jueves, 21 de junio de 2007

El taxi de Martincito Scorsese

Siento, al momento, que no estoy en condiciones idóneas de ser puntilloso en detalles. Mi memoria es muy frágil y volátil. Por otro lado tengo la certeza que me encuentro en el estado optimo para escribir sobre la misma. Una intuición sensorial de igualdad de condiciones, de saber en cierta forma, de hacer la crónica desde el lugar de los hechos.

Partamos de una base.
Partamos de mi base: el principal y troncal problema que aborda la película es el problema comunicacional. y es sobre lo que quiero divagar. (Perdón si no procedo como lo indicado, pero nunca me gusto eso de desgajar la película en el hilo de la historia simple)

Roberto De Niro, el conductor del taxi es un ex combatiente de Vitnam, cargando a cuestas un ramillete de traumas, como ha de tener supongo, cualquier humano racional / pacifista luego de verse involucrado en la acción bélica. (y ojo, me llamo la atención yo mismo, el uso que le doy a la palabra “traumas”. Trauma evidente es el no poder dormir, otro, el comprar armas, el estar en posición de guardia constante, el mirarse mucho al espejo, etc.) (traumas para el espectador es igual a las pequeñas acciones que te hacen fruncir el ceño y convencerte que pese a moverse como los restantes, él, no se comporta normalmente).

Y pese a mí no experiencia, puedo intuir en unas pocas líneas como es el arribo post combate. Están los soldados que vuelven de la guerra y se los espera con pancartas (afortunados, ellos que vieron la guerra en un 29 pulgadas, tienen toda una vida de medallas por delante). Más familiares con pancartas. También las madres, preocupadas y agradeciendo al cielo, corriendo por la pista de aterrizaje con chalecos para combatir el frío del desembarco, o los doctores (que corren a la par) con chalecos de fuerza o jeringas. El mensaje civil implícito: Ir a una guerra es como hacer un viaje en el tiempo al pasado (no se debe tocar nada porque todo altera, no se debe traer nada en los bolsillos).

El que de verdad fue a la guerra.
El que de verdad metió mano y tomo cartas, y volvió, es el que esta condenado.
El incomprendido.
El que se queda sin referencia, sin marco.

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Como otra vía de escape de esta clasificación vaga de soldado retornado al punto de partida, encontramos el insomnio, que justamente pasa a ser su vida de sustento, ya que el no poder dormir, lo convierte en el optimo trabajador para su taxi nocturno (sumándole a esto la irritación y lo forzado de los diálogos que se generan en un taxi, como también las largas cuotas de silencio).

Maneja su taxi, y dentro de su lectura, el estar siempre atento resaltado, su andar aleatorio y casual en busca de clientes (la escoria humana que se ha acumulad en su ciudad) lo convierten ante su propia mirada en una especie de superhéroe. Es el seguir chapoteando en lo bélico (el trasfondo del mundo contemporáneo) solo que con otros códigos, ahora, en esta especie de aislamiento rodante, como forma indirecta y no intencional de discriminación. Cosa que pasa por una cuestión de costumbre (la guerra viene a ser como una catalizador abrupto de lo cotidiano, de generar una costumbre a muchos múltiplos temporales de lo que requerimos en la vida normal) y no por un hecho de diferencia basado en esas situaciones “traumáticas” que me sugiere la película. (sacadas estas de contextos, aisladas en trabajadores o en chicas simpáticas de minifalda, pierden todo su clásico potencial).

Que De Niro, queriendo galantear a una señorita, la invite como primera salida a un cine, no nos llama la atención. De hecho es lo que se acostumbra. La incomodidad surge cuando se da a conocer la temática de la película: una porno. Sin embargo sus intenciones (las de De Niro ) eran sinceras, naturales, de saber que el invitarla ofendería a la chica no lo hubiese hecho por nada del mundo. Porque hemos de pretender que un galán civil se enganche en degrade en un código, cuando fue obligado ( o tal vez por elección propia, quien sabe) a leer en los últimos veinte años mayúsculas intercaladas , un castellano punk(la noción de 20 justamente son lo menos años multiplicados por el factor arriba mencionado)

Aun así, hay que aceptarlo, nuestro personaje se mueve por la civilización nuevamente (motorizado con licencia de conductor), y su pasado de guerra debería contarse como una quincena de vacaciones.

Luego recuerdo como destellos, el intento autofrustrado de matar al político (que escenas anteriores había llevado en su propio coche), tal vez como un equivalente de poder de elección que nos da la democracia. Acto que a forma de fachada, (el voto) es el único elemento que conforma toda definición popular de democracia, y justamente nuestro personaje “disléxico” hace uso del derecho por sus medios (hasta tiene una mecánica especial de rieles donde monta su arma, para un disparo rápido).

Decir un “no” en una guerra es una onomatopeya monosilabico, corto, rápido, fulminante.. El dialogo con cafiolos, con colegas de taxis. Así el escueto diálogo durante todo el film.

La imagen: el dedo ensangrentado haciendo de cañón de pistola.

El dedo chorreando ya la sangre que esta del otro lado. No hay cartucho acá en mitad de falange, no es necesario un mecanismo férreo, no tenes que disparar lo concreto. Te secaron el lenguaje, hace tiempo que ya estas muerto.

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