martes, 28 de abril de 2009


"Entre Kinski y yo existía una brecha. Era su sentimiento hacia la naturaleza. Él se estilizaba en ella. Sus relatos sobre la selva eran más bien una pose. Todo le resultaba erótico, pero nunca se internó en ella. Estuvimos en un campamento en la selva meses pero nunca se internó ni un solo metro. Sólo una vez se internó unos 50 metros hasta un árbol caído y fue con un fotógrafo por el que se hizo fotografiar, he hizo tomar más de 100 fotos copulando con un árbol. Todo eso era lo más importante. El traje de alpinista le importaba más. El traje camuflado de Yves Saint Laurent también. Creo que en este aspecto, como en otros, Kinski poseía una gran taradez natural"

Sólo hay una escena en donde tal vez se trasluzca la intimidad que pudo unir a Kinski con Herzog. Es la escena donde Herzog y Kinski están curando de sus heridas a uno de los camarógrafos que participó de la locura de filmar, desde dentro, la caída de un viejo barco a vapor por el Pongo de Mainique, por cierto, una de los más geniales segmentos de Fitzcarraldo. Aquí aparecen Herzog y Kinski arrodillados, inclinados hacia el herido que yace en la cubierta apoyándose contra una de las paredes de la cabina, juntando sus cabezas hasta casi tocarse como si fueran dos niños jugando con caracoles.