martes, 13 de mayo de 2008

Funny Games (Michael Haneke, 1997)

Si la manteca fuera la escena de la Naranja mecánica donde Alex y sus drugos invaden la casa modernosa para abusar de la patrona, lo que hace Haneke, en Funny Games, es agarrar un cuchillito desfilado y ancho para esparcir el material, untar la esencia esta, en todo la galleta de hora y pico que dura su película.

Como en algunas películas de Brian De Plama (pienso por ejemplo en "Doble de Cuerpo"), que desde el inicio, nos previene sobre lo fácil que es engañar al espectador de cine, para finalmente volver a hacerlo sin impunidad, Haneke en su primer toma aérea, donde va siguiendo el recorrido del auto familiar, crea el "perfecto" presente de paz (formado por la extrema vegetación, la música clásica y el juego de ruta familiar, más cultural y correcto de la historia) y de futuro sin mayor inconveniente ni relevancia ( a lo sumo el buen burgués que no se sienta directamente identificado, envidiara el modelo de camioneta) para luego interrumpir bruscamente este microclima con un plano frontal de la familia y "música" trash hard metal. Haneke nos dice "ojito".

No pienso meterme en la trama, por dos razones: una es que no me gusta hacerlo, por la gente que aun no vio la peli. La Segunda, porque la trama podría resolverse en dos renglones.

Así de simple mis razones, como las razones por las cuales estos niños burgueses y vestidos de un blanco impecable (blanco de golf) hacen uso de la violencia, encasillándola por fuera de la lógica burguesa misma (lógica del mercado, donde la violencia es un medio para conseguir fines materiales por lo general, la violencia como catalizador para agilizar el proceso y llegar al fin económico y de poder que es motor del sistema). Ellos sencillamente no tienen una razón. Como tampoco la tiene el Benny el protagonista de Benny’s Video (film anterior de Haneke) cuando mata a una desconocida con una de esas pistolas para matar chanchos (me entere de la existencia de las mismas en la ultima película de los Coen..)

Los pibes estos son la misma falla del sistema (Como Neo lo era a la matriz). Los pibes estos ponen en conflicto la estabilidad y se propagan de boca en boca (el fin de la película es un nuevo principio). Y lo único que se les puede increpar es que no leyeron al pie de la letra el instructivo de vida, que no leyeron como se supone que tienen que leer. O para el caso de Benny, el no leer correctamente representa su vivir en un mundo que se construye entre la veda del real (su habitación es un perfecto cine, incluso la vista de su ventana le llega filmada y al televisor) y la asidua concurrencia al video club, que es de donde obtiene la experiencia mundana “adulterada”.

Bueno, pero entonces donde encontramos los “Funny games” que nos promete la pelicula? ¿Son los golfistas estos que se divierten en el medio de la intromisión y la violación de la privacidad, del uso de la violencia injustificada?
No, por lo menos yo creo que ellos no encuentran goce en esto, más bien, parecería ser que es la única forma que encontraron de pasar su tiempo y hasta casi lo hacen con resignación y entre lecturas de que son “los buenos modales”.
Digo, los juegos divertidos son los juegos del director de la película. Sus protagonista principal le habla directamente a la cámara en al menos tres ocasiones, desconcertándonos, haciéndonos concientes de la presencia de la cámara. Haneke, pone a lo largo de la película elementos claves que podrían mantener el verosímil y a la vez romper el cauce de la historia, como ser el cuchillo filoso que queda perdido en el bote y todo el tiempo puede ser el objeto salvador, hasta que vemos como de una manera sutil estos se truncan. (digo “elementos claves”, pensando en Hitchcock, que contemplaba al espectador que buscaba la “quinta pata del gato” y si por ejemplo preguntaba, “porque en la ventana indiscreta están todas las ventanas de esos edificios abiertas?”, bueno, el justificaba aparentemente con un travelling inconexo del principio que termina mostrando un termómetro y la alta temperatura del lugar..)

Ahora, si bien, los diálogos del personaje mirando a cámara, la escena donde este mismo personaje revierte hechos acontecidos (nada menos que manipulando un control remoto) y otros tantos, se contrastan con otros planos fijos de larga duración, que encierran un dramatismo extremo (hasta el punto de darnos la sensación de estar contemplando una fotografía) y ahí es donde se equilibra la balanza y donde me parece que se vuelve interesante la apuesta.

Haneke quiere hablar del cine desde el cine. Quiere hablar de la violencia y de lo injustificada y a la vez real que es, usando de soporte su propio film.